El otoño en la costa Cantábrica: marejadas constantes peinadas por vientos terrales, mañanas frescas pero con temperaturas cálidas de media mañana provocadas por el viento sur y disrupciones ocasionales pero periódicas de frentes del noroeste que crean ese recio ambiente invernal durante unos días que trae nieve y grandes marejadas. Finalmente y aún más importante, las hordas de surfinstas de verano empiezan a desaparecer. En otoño en el Cantábrico se puede surfear prácticamente todas las semanas con marejadas que rondan el metro y medio o dos metros y muy a menudo incluso más en los spots clave.
Hay una gran variedad de rompientes de arena, roca, mixtas, olas fofas, rápidas, huecas, spots de olas grandes…básicamente en pocos kilómetros de costa tenemos todas las opciones. Hasta finales de octubre el agua se mantiene bastante caliente y con un buen 3/2 deberías estar a gusto, pero a partir de entonces mejor tener un buen neopreno de invierno, escarpines y yo incluso suelo recomendar la capucha.
Si me habéis estado siguiendo algún tiempo, sabréis que soy del país Vasco; sin embargo, cuando me veis surfear, normalmente lo hago en Cantabria. ¿Como así?
La costa vasca es sin duda alguna el gran lugar para el surf en la costa norte. ¿Quién no ha oído hablar de Mundaka, de la escena de Biarritz, surfing y pintxos en San Sebastián o el Quicksilver pro France en Hossegor? La costa vasca ofrece sin duda olas de clase mundial, es la cuna del surf en Europa, hay una cultura local peculiar y sin duda es el lugar donde está ese rollete surfer californiano en Europa que a tanta gente atrae. Sin embargo, cuando has nacido en ello, llega un punto en el que no te impresiona tanto y le empiezas a ver algunas debilidades estructurales.
Lo primero; las masas. Hay mucha gente surfeando en el país vasco. Al final, Bilbao es prácticamente la tercera ciudad más poblada de España y en sus playas habituales no es inusual contar los surfistas por cientos en el agua a la vez. Alrededor de San Sebastián y Biarritz, no solo hay un gran número de apasionados y habilidosos residentes; si no que hay que sumar todos los surfistas de Europa en su peregrinación bi-semanas anual a nuestra costa. Aparentemente en Europa continental parece que las únicas rompientes de Europa son Hossegor, Biarritz y si eso San Sebastián. Bueno, la verdad es que también es lo que más cerca les queda y al final se está muy a gusto en esos sitios. No me entendáis mal, tampoco creo que nuestra costa este sobre masificada. De hecho en horario de oficina tampoco es tan dificil darse una sesión tranquila, aunque siempre suele haber bastante gente en el pico y el ambiente no siempre es relajado. Sin embargo, en fin de semanas o días de olas buenas, eso ya es otra película. Al final, cuando surfeas cerca de una ciudad, los locales no están de vacaciones, ni aprendiendo ni con el flow. Suelen ser personas trabajando, estudiando o con otras responsabilidades, que intentan calar una sesión rápida de cuarenta minutos en su pausa de comer y por lo general no se pueden permitir siempre poner energía en ser simpáticos, ceder alguna ola o no intentar luchar todas las series. Los locales tienden a tener un nivel sólido, un gran conocimiento de su ola y una gran frustración por no poder tener más tiempo para surfear o permitirse ir a una ola más distante en su rutina. Esta gente no suele ser desagradable en sí; bueno, por lo menos la mayoría, pero es un hecho conocido que el ritmo se vuelve rápido, el ambiente competitivo e incluso hostil. No desprecio ni mucho menos el surfing urbano, era mi pan de cada día cuando estudiaba y trabajaba en Bilbao y es un sueño poder disponer de una ola accesible en el día a día. Sin embargo este no es el ambiente ni las vibraciones que quiero en mis vacaciones y tampoco me gusta sentirme “en garde” cuando estoy surfeando. Lo que está claro es que si quieres paz interior y flow, tienes que aceptar que vas a hacer kilómetros y probablemente no es una mala idea dormir en el coche de vez en cuando.
Segundo. Los peajes de la autopista vasca. La autopista entre Bilbao y Donostia es una de las más caras de europa. Prácticamente diez euros por los escasos cincuenta kilómetros entre Durango y Zarautz. Y poco después vienen los dos Euros de la frontera y los casi tres del siguiente tramo de autopista. Incluso peor que tener que pagar tres veces seguidas, la A8 no es tan práctica para surfear, por lo menos entre Bilbao y Donostia. Transcurre más hacia los valles del interior y en algunos puntos pasa lejos de la costa, así que es difícil ir chequeando el estado del oleaje a medida que haces kilómetros, e ir a un spot puede acabar siendo muy fácilmente una apuesta all in. Si esta bien perfecto, pero si no, para ir a otro lado vas a acabar dando mucha vuelta. Esto es todavía más acentuado en la carretera costera que pasa por infinidad de pasos de montaña, acantilados, pasajes estrechos….Es una ruta increíblemente panorámica y sin duda merece mucho la pena, pero a la vez es más fácil pegarse la columpiada en ella. Si por ejemplo te has dirigido a Mundaka y no lo ves claro, ya sea porque rompe mal, porque es el punto malo de marea, porque acaba de saltar el viento, porque hay mucha gente en el agua, está demasiado grande, demasiado cerrón, o lo que sea; entonces para encontrar el siguiente spot que se ajuste mejor, vas a acabar echando muchos kilómetros y sobre todo tiempo por esas angostas carreteras.
Cantabria es nuestra región vecina al oeste. De hecho media familia mía viene de allí. Crecí pasando los veranos en Laredo, donde mi padre nos llevaba todos los fines de semana religiosamente para hacer windsurf. En ese escenario no me quedaba mucho remedio que empezar chapoteando en la orilla, para algo después hacerme con un bodyboard y finalmente empezar a surfear de adolescente.
La autovía A8 cruza Cantabria y de hecho sigue hasta Galicia, ss gratis y encima va constantemente muy cerca de la costa. Desde ella es fácil en puntos clave echar un ojo al mar y ver cómo se está comportando el oleaje y el viento. Además la A8 da acceso rápido a muchos picos, además relativamente cercanos entre ellos y que encima funcionan óptimos con distintas condiciones, por lo que es más fácil de acabar calibrando el baño óptimo para uno mismo con las condiciones del día. La A8 también da margen a la exploración. Está claro que hay unas playas obvias grandes y clave cerca de la autopista, de núcleos de población y pueblos de veraneo que concentran mucha gente, pero si sigues explorando por la carretera general y buscando picos, tiene muchas posibilidades de encontrar spots con muy buenas condiciones y mucho más tranquilos. Los hay por todas partes.
Por lo general, cuanto más vas hacia el oeste, menor población hay y más importante aún, menor población surfera. Menos gente en el pico, lugares más salvajes, menos urbanizados, mayor contraste con las montañas, menor drama para encontrar sitios tan baratos como auténticos para comer y sobre todo para dormir en el coche o hacer un bivouac improvisado.
Tampoco me entendáis mal; seguiréis estando infinitamente lejos de sentiros los descubridores de un pico remoto en micronesia. En Cantabria también hay hotspots que respiran surf tanto o más que en el país vasco y con sus locals, sobre todo en las playas de alrededor de Santander como Somo y Liencres. Aunque sí que se nota ligeramente que todo el ambiente es algo más distendido.
En la costa Cantábrica la temporada clave es en otoño. Los turistas nacionales no tienen vacaciones y de hecho llama mucho la atención la cantidad de pueblos llenos de casa de veraneo con todas las casas cerradas a cal y canto. Se ven unos cuantos turistas internacionales viajando en furgoneta, pero en otoño no llegan a hacer masa y pasan bastante desapercibidos. El clima es significativamente más estable durante el otoño que el verano. Obviamente los días son más cortos, hace fresco a las mañanas, pero en general predomina el viento sur que puede hacer las temperaturas subir a veinte grados durante el día. El viento sur también peina las marejadas constantes y crea olas de clase mundial. Cualquier aspirante a pro ligeramente avinagrado podría acabar sacándole chispas a todo, pero para los surfistas de nivel medio es increíble la variedad de olas, su regularidad y calidad que podemos encontrar en otoño.
Aunque los vientos predominantes en otoño sean del sur, es común y regular que entren fuertes frentes del Noroeste creando un ambiente fuertemente invernal durante unos días. En esos días, los spots más serios congregan a los riders de mejor nivel. Además con esos frentes, incluso desde finales de octubre, suelen ocurrir fuertes nevadas en las montañas de la franja norte, por lo que si andas un poco rápido, puedes hacer una muy buena pretemporada de esquí de travesía en esos días tontos.
La costa Cantábrica ofrece montañas muy interesantes para días de excursionismo, escalada y alpinismo. Además, en la frontera de Cantabria y Asturias, la siguiente región hacia el oeste, se encuentra una de las cadenas de montañas más emblemática de la península: Los picos de Europa. Los Picos tienen ese carácter único a medio camino entre los Dolomitas por sus moles de caliza y su terreno de alta montaña, pero a la vez una cierta vibración Patagónica, dado su proximidad con las potentes tormentas del atlántico. La carretera por el desfiladero de la hermida hacía el valle de Liébana y el teleférico de Fuente dé que da acceso a los picos, es una de la rutas más panorámicas que conozco y te hará replantearte toda una vida de proyectos de montaña a rellenar.
Desde la mayoría de las rompientes al oeste de Cantabria, en un día claro, es muy común estar en el agua viendo los picos cubiertos de nieve y hielo imponentemente cerca. Para mí es una sensación muy potente tal vez similar a esquiar hasta el océano como en los fiordos noruegos.
Todas las primaveras conseguimos cuadrar un par de días con una salida de esquí de montaña a la mañana para acabar cogiendo unas olas al anochecer. Sin duda no hay muchos lugares en el mundo y menos en Europa en los que eso sea posible. Como suelo decir, probablemente me encontréis en lugares tormentosos, donde las montañas se encuentran con el océano. En el otoño para mí, Cantabria es sin duda el lugar en el que estar.