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Haute Route en Tafjord: esquí de exploración donde el este de Noruega se encuentra con el Oeste.

Después de el invierno más largo y nivoso que recuerdo sumado a la exquisita guinda de una gran aventura ártica, casi que disfruté enormemente del momento de colgar los esquís, meter todo el material de escalada en la maleta y poner rumbo hacia los fiordos noruegos y sus océanos de granito. No caí en la cuenta de que al llegar aquí, mi colega Jens-Petter estaba remascando una última gran expedición y la verdad, que no tardó demasiado en venderme la idea. Soy un hombre sencillo.

Su idea era ir a explorar las montañas de Tafjord. Sabía que era uno de esos parques nacionales de Noruega con algunos de los picos más altos del país, donde las escarpadas montañas de los fiordos se adentran en las mesetas del interior. Sin embargo, poco más sabía de aquel lugar, pese a llevar cuatro años trabajando como guía en los fiordos. No está en los circuitos turísticos clásicos y pese a tener las montañas más altas de Møre og Romsdal, famosísimo destino de esquí, poca gente se adentra en Tafjord para el esquí de travesía.

El día que Jens-Petter nos empezó a vender la idea, estábamos en unas clínicas de escalada clásica en fisuras. Tom Fredrik enseguida se sumó al plan, incluso antes de tener demasiados detalles. JP nos explicó que su tío tenía un par de cabañas en el Parque Nacional, que combinadas con las cabañas del club de excursionismo Noruego (DNT), nos iban a dar posibilidades a hacer una travesía circular por las cumbres más altas de Møre og Romsdal. Además nos garantizó que es un sitio al que no va casi nadie a hacer esquí de travesía donde deberíamos estar solos o prácticamente solos. Dependiendo de qué trazado elijamos, teníamos bastantes posibilidades de hacer una primera ruta en esquís.

Enseguida le mandamos unos emails a su tío discutiendo el terreno, posibles itinerarios, variaciones en la ruta.. y este sí que tardó poco en sumarse al plan. Ahora sí que el equipo estaba completo.

Noruega es enorme. La zona de los fiordos puede no parecer muy grande en el mapa, Bergen está en el medio de esta y Tafjord al norte, aún así tardamos tardamos ocho horas en coche y tuvimos que cojer dos ferrys.. Sin embargo el road trip por la ruta hacia el Norte no puede ser más espectacular. Finalmente hacia las diez de la noche llegamos a Tafjord, un pequeño pueblo enrocado al final de un Fiordo entre prominentes montañas unos cien kilómetros al interior de Ålesund. Enseguida te das cuenta que es un pueblo muy remoto. No es el típico pueblo de fiordo turístico como Geiranger o Flåm. Cogimos una pista de montaña que nos llevó hasta Rødal, un encajonado valle donde nos encontramos a Jan Erik, el tío de Jens Petter. Aparcamos los coches y nos señala la cabaña, justo a unos cincuenta metros de la carretera. Aunque empezó a bajar la luz del sol, seguía haciendo veinte y pico grados, estamos en pantalón corto y no vemos nieve por ningún sitio. La aventura empieza.

Por lo menos la cabaña no podía ser más acogedora. Jan Erik se había encargado de traer unos chuletones y verduras para la cena. Así sí.

Sin embargo antes de meternos a la cama nos tocó repasar el mapa y ver los posibles objetivos. Teníamos prevista una ruta circular de cuatro días y habíamos fijado donde dormir. Sin embargo todavía no teníamos claras ni las subidas ni las bajadas. En el mapa el terreno parece complejo. Hay varios glaciares y aristas en el mapa que no podemos estar completamente seguros de que pendiente y exposición tienen. Decidimos meter todo el material de glaciar en las mochilas. Cuerda de 60m, clavos de hielo, equipo de rescate de crevasses, crampones, piolets, equipo de rescate de avalanchas, comida para cuatro días… Además iba a llevar el antiguo equipo de freeride de JP,  por lo que mi mochila iba a pesar el primer día sobre los veinte y cinco kilos. Mirando por la ventana tenía pinta de que íbamos a tener que andar por lo menos una hora y media con ella por la montaña de Rødalsegga (1376) por un terreno muy escarpado de arbustos y rocas sueltas antes de tocar las primeras manchas de nieve.

Eso fue exactamente lo que pasó al día siguiente. En la primera parte del día no sacamos las típicas fotos de un día de esquí alpinismo, pero no creo que nadie pueda negar el gran componente de aventura.

Desde algún punto hacía la primera cima ya pudimos calzar los esquís y poner rumbo hacía Sæterhornet (1536). Menos mal, por que yo empezaba ya hasta a estar de mal humor de todos los cortes que me estaba haciendo con los arbustos, de los árboles intentando arrancarme los esquís de la mochila, de las rocas sueltas y del peso inhumano de la mochila clavándose en mis hombros.

Con la motivación, no tardamos demasiado en hacer cumbre, aunque entre una cosa y otra no era exactamente pronto. En la precima, Jan Eric nos enseño un antiguo refugio de caza prehistorico. Aparentemente aquí llegaban los cazadores siguiendo grandes rebaños de herbívoros a través de los glaciares desde el final de la edad de hielo. En la cabaña tenía incluso algunas antiguas puntas de flecha. Esos sí que eran unos Alphas.

Me encanta el tío de JP, salta de un día para otro de su despacho para sumarse a estas embarcadas con cincuenta y pocos años y está más fuerte que nosotro tres juntos. Se trajo al viaje unos esquís de 115 con unas Kingpin y unas maestrale RS, aún así costaba seguirle el ritmo, y eso que JP y Tom Fredrik han hecho media maratón de montaña en poco más de dos horas, y yo no me quedo atras en lo que es marcar el ritmo en esquís… Se le nota que tiene una gran energía estando en lo salvaje, está fuertemente involucrado en la conservación de Tafjord y se sabe todas estas historietas de antaño: un gran fichaje.

Desde la cima de Sæterhornet (1536) valoramos si merecía la pena intentar la joyita de Svartegga (1937). Entre una cosa y otra se había hecho tarde y empezaba a levantarse un fuerte viento del sudoeste que iba arrastrando una masa de nubes desde el horizonte. Lo cierto es había cierto margen a la interpretación, no parecía tampoco una gran tormenta, pero aún así decidimos que con todo el peso que llevábamos y siendo la hora que era, no era sensato entrar en ninguna de las dos aristas de Svartegga ya que parecía un terreno bastante complejo, técnico y posiblemente expuesto, por lo que decidimos descender hacía Reindalen, (el valle de los renos) a la orilla de Zachariasvatnet (el lago de Zacharias), donde estaba nuestra segunda cabaña. En ese mismo lugar hay un gran refugio del club de excursionismo Noruego (DNT), sin embargo nosotros nos quedamos en la cabaña de Jan Erik.

¿Qué más puedo decir? La cabaña no podía ser más rústica, agradable y bien puesta. Jan Erik no pudo ser más acogedor, incluso tenía cerveza, vino y una despensa de comida. De hecho, nota aparte, si estás considerando visita el Parque nacional, ya sea para esquí de travesía, excursionismo, pesca o simplemente disfrutar de la naturaleza, deberíais considerar contactar a Jan Erik ya que alquila su cabaña en Airbnb.

Esta cabaña iba a ser en cierto modo nuestro campo base ya que pasaríamos en ella otra noche dentro de dos días. Me alegro de que no estirásemos más el día de esquí. Al llegar teníamos los cuerpos rotos y realmente aprecié ese momento antes de cenar de estar sentado en la hierba con una cerveza y algo de embutido mirando las montañas, los árboles, los ríos y fotos antiguas de los granjeros de la zona escuchando todas esas historias de cuando Noruega era un sitio recio de verdad.

Algo más tarde encendimos la chimenea, pequeña sesión de estiramientos junto al fuego antes de cenar y otra noche sobremesa hablando de esquí, de la vida, de todo y de nada en particular.

Al día siguiente nos despertamos con un plan ambicioso en mente: cruzar todo el parque hasta el valle del este donde encontraríamos la cabaña del DNT Pyttbua, pasando por las cimas de Lågstolen(1420), Høgstolen(1953) y Karitind(1982), la segunda montaña más alta de Møre og Romsdal. Esta vez decidimos partir ligeros. Bueno, lo más ligeros que pudimos, es decir: crampones fuera, piolet dentro, la mayoría del equipo de hielo fuera, equipo de rescate dentro, la mayoría de comida fuera, segundas capas aislantes fuera, gore tex dentro, y finalmente la cuerda de 60m dentro. Sí; esto nos daba pesadillas, pero haríamos turnos para llevar el monstruo. De alguna manera en la mano no pesaba demasiado, pero una vez metida en la mochila se notaba enormemente la diferencia. Bueno, y finalmente mi equipo de esquí dejado por Jens-Petter que pasaba de ocho kilos atado a la mochila par la primera parte del camino por senderos, ríos, pantanos y Bosques. Ahí sí que me daban envidia JP y Tom Fredrik con sus equipos ultralight.

Otro día de esquí que empieza en un baño completo de crema solar, pantalones cortos, zapatillas de aproximación y sin camiseta. Por lo menos hoy el sendero estaba marcado y no podía ser más escénico. Las cascadas estaban atronadoras, los ríos aportaban movimiento y el paisaje tenía unos toques particulares del este dentro de los fiordos que no había visto antes. Me quedé enamorado de sus majestuosos pinos rojizos y dorados. Ese día conseguimos negociar sin demasiado drama hasta llegar a los primeros parches de nieve. De camino tuvimos un pequeño ataque de calor, hasta el punto de que Tom Fredrik panicó y decidió quedarse en calzoncillos.

¿Esquí de travesía en calzoncillos? Estos Vikingos son gente rara…

Una vez en los primeros parches de nieve empezamos a ganar altitud en las laderas de Lågstolen. Jan Erik tuvo que trazar unas zetas bastante verticales y tensas sobre nieve podrida, pero a base de golpe de canto conseguimos llegar al primer gran parche horizontal de nieve en la ante cima que fichamos el día anterior desde Sæterhornet y que parecía llevarnos a cima. La estrategia funcionó bien hasta los últimos cien metros donde nos separaba un sistema de espolones de roca y corredores estrechos de la meseta somital. Bordear tal vez fuese una opción, pero decidimos elegir la opción directa. También por que ya teníamos ganas de un poco de acción.

Un par de pasos divertidos de III con buenos agarres y divertidos gancheos de piolet.

Desde Lågstolen (1420) continuamos por la meseta somital hasta alcanzar Høgstolen (1953). Finalmente tuvimos la sensación  de hacer cima en una montaña propiamente dicha y hacer algo de progreso en esta aventura. Decidimos no perder mucho tiempo y poner rumbo a la siguiente gran montaña Karitind (1982). La arista de Høgstolen hacía  Karitind y las faldas de Karitind se veían en los mapas topográficos como un terreno bastante complejo con glaciares que no sabíamos bien de qué manera íbamos a poder negociarlos. Confirmamos que la primera arista de descenso no tenía mucho drama, pero para ganar tiempo ni nos quitamos las pieles y hicimos unos cuantos giros de telemark extremadamente ortopédicos.

Una vez abajo del bowl que separa las dos montañas, volvimos a echar un ojo a los mapas de terreno. Deberíamos estar entre dos glaciares; sin embargo el terreno no parecía glaciar en absoluto y solo había un manto uniforme de nieve sin ningún tipo de depresión o irregularidad. En la arista somital y en las zonas expuestas al viento y al sol asomaban rocas. La sensación era de seguridad y estabilidad. Bueno, pues ahora ya nos podíamos relajar un poco y bajar la marcha. Yo aquí ya necesitaba definitivamente una parada para comer algo. Me notaba ya falto de azúcar, sales y grasa. Después de acabarme el cuarto sandwich, la barra de chocolate y  la mayoría de los frutos secos del día, me ví listo para lo que venga.

Karitind se veía como una montaña grande y todavía estaba lejos, sin embargo no nos llevó demasiado tiempo ni energía hacer cima. Eso sí, una vez arriba el viento pegaba con fuerza y la sensación de frío era extremadamente desagradable, incluso una vez que nos pusimos toda la ropa que teníamos con nosotros. Cada pocos minutos se alternaban ventanas de visibilidad con bandas de nubes que no te dejaban ver ni a unos pocos metros. En la cima tuvimos que darle unas cuantas vueltas al mapa de terreno para intentar hacer el descenso que evite mejor los glaciares. Al final decidimos coger la vía más directa a través del glaciar de la orientación nord-este.

Hubo algo de tensión pasando la arista sin demasiada visibilidad, pero una vez entramos en el campo de hielo, nos dimos cuenta de que eso ya no era un glaciar. En vez de bajar recto hacia el lago, decidimos cruzarlo en diagonal hasta un mejor punto de vista. Lo malo de que ya no hubiese glaciar es que el terreno era muchísimo más empinado de lo que parecía en el mapa. Ya no era una opción esquiar “el campo de hielo”, así que le dimos un rodeo. Finalmente tuvimos que cruzar el río glaciar que bajaba con mucha fuerza sobre una cascada en la que era mejor no resbalarse, para finalmente esquiar la última pala hasta las orillas del Søre Botnvatnet.

Ya en las orillas del lago, estábamos fuera de las montañas, aunque todavía quedaba distancia hasta nuestra cabaña. El lago estaba helado, aunque empezaba a descongelarse en las orillas y se veían grietas y agua filtrando. Jan Erik nos insistió que mientras el hielo esté blanco se puede cruzar porque mínimo hay una capa de treinta centímetros. Mientras nosotros nos lo pensabamos un poco, él ya había cruzado medio lago, así que nos lanzamos detrás de él. Bueno, su regla pareció funcionar. Poco a poco fuimos llaneando el valle durante los últimos kilómetros hasta que por fín llegamos a la cabaña de Pittbua (DNT) tras doce horas de actividad.

El reloj de JP confirmaba la paliza, enfatizando que debíamos comer seis mil calorías. Este es el tipo de deberes que me gustan. Cogímos de la despensa unas latas de spam para hacer pasta carbonara y de postre pudding de chocolate y piña. Creo que esta vez volví a ganar la competición de devoradores.

Me dí cuenta del tuté que nos habíamos metido cuando le ví a Tom Fredrik caer en un pseudo koma entre la cena y el postre, tumbandose en el suelo de madera al lado de la chimenea. Hay que decir que Tom Fredrik hace buenos tiempos en maratones de montaña y carreras de más de cuarenta kilometros. Yo opté por mí tradicional rutina de estiramientos sí quería pensar en meterme otro día duro de esquí entre pecho y espalda al día siguiente.

El día siguiente teníamos que subir la montaña más alta de Møre og Romsdal, Puttegga (1999m) para después bordear Høgstolen (1953) y Lågstolen (1420) hasta la garganta que nos daría acceso de vuelta al valle de Reindalen. Por lo menos hoy parecía un día más directo. Saldríamos de la cabaña con los esquís en los pies, todo un lujo, y además Puttegga se veía grande e imponente pero directamente enfrente nuestro y por terreno bastante obvio. La vista desde aquí a los grandes picos del oeste y a la vez a las suaves praderas todavía cubiertas de nieve que abren las puertas al este son realmente especiales.

justo cuando nos disponíamos a salir, nos dimos cuenta de que la fijación de Jan Erik estaba fuera de juego. Uno de los pines frontales de su kingpin se había salido y el otro estaba muy dado de sí. Antes que volver andando, decidimos hacer un apaño casero. Buscamos en el cuarto de herramientas de la cabaña cualquier cosa que pudiésemos usar: cinta, alambre, clavos…tras varios intentos y prototipos, Jan Erik consiguió dar con algo que parecía sólido y pudimos arrancar.

El sistema se dio de sí al de una hora y media, pero lo reforzamos con un doble cableado de alambre y ahora ya sí que no volvió a titubear en todo el día, ni subiendo, ni bajando. Todo un MacGyver. Creo que los de Marker deberían pasarle una llamada para un poco de consulting de ingeniería…

Poco a poco fuimos ganando terreno, la última pala se hizo bastante larga, pero enseguida estábamos en la cima dándole un repaso a los snacks que nos quedaban. Ese día aprendí que debería darme crema detrás de las rodillas si voy a estar todo el día esquiando en pantalón corto. ¡El descenso fue muy bueno! Una nieve primavera de lo más deslizante que hizo que JP se pusiese un poco celoso por haberme dejado sus esquís y botas de freeride.

La pala no duró demasiado y pronto tuvimos que empezar a buscar la diagonal para ir ganando la entrada a nuestro valle por la garganta del río.

Tuvo su punto de diversión y de aventura enlazar los últimos parches de nieve en por el barranco del río, pero finalmente conseguimos llegar al puente y al sendero.

Poco después estábamos en casa. Otro día que pasaba ampliamente de los veinte grados, así que como no, tuvimos que bajar al lago a bañarnos. Grito mudo, sensación de pánico, pero al de pocos minutos estaba junto al fuego para la barbacoa, con una cerveza, un queso de oveja que me traje de Cantabria y un pastel de higos.

Otro gran día. Al día siguiente solo teníamos que preocuparnos de desayunar, limpiar la cabaña y caminar el sendero de vuelta al coche siguiendo el río durante algo más de una hora y media.

Al llegar al coche sumamos 63km y 4300m de desivel. Jan Erik, como buen local, nos confirmó que ese trayecto circular no se había hecho antes en esquís, y nos pareció una propuesta legítima para una Haute Route en el parque nacional de Tafjord. De ahí que dejemos la crónica y los tracks del GPS por si alguién se anima o lo quiere usar de inspiración para programar su propia ruta.

Último consejo: nos sirvió de mucha ayuda el mapa de las aplicaciones de Norgeskart y de Regobs, de hecho no solo en Tafjord, pero siempre que salimos de aventura en Noruega.

Para las doce estábamos en los coches sintiéndonos más anchos que altos. Tras repasar las batallitas, tuvimos que decirnos hasta la próxima. De camino a Bergen nos daba tiempo a pasar por Geiranger y coger la carretera hasta el glaciar que la acababan de abrir para una última esquiada de la temporada. Fue gracioso como en nada de tiempo pasamos de estar a treinta grados en Geiranger comiendo un helado para no derretirnos a estar esquiando en un glaciar. Entre una cosa y otra llegamos a casa pasada la una de la madrugada, creo que no hace falta decir lo poco que me gustó despertarme pronto al día siguiente para ir a trabajar.

Un Hurra por más viajes de esquí cowboys!

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