Recogemos a Pedro a la noche en el aeropuerto de Tromsø y decidimos para esa noche reservar una cabañita acogedora; entre otras cosas, para que no se asuste de nuestro auto transformado en campamento gitano y además aprovechar para poner la logística en orden dentro de la furgoneta para que todo vaya fluido con los tres dentro. Senja nos parecía que estaba un poco lejos para ir del tirón, así que decidimos ir a Tamokdalen, que pilla en cierto modo de camino a Senja.
Habiamos oido muchas historias de Tamok como un sitio bastante cowboy, al que no va mucha gente, pero donde hay montañas potentes, nieve y clima más de interior y unas cascadas de hielo para quitar el hipo. Además para esos días en Tamok daban en el boletín riesgo dos mientras que alrededor de Tromso y Lyngen daban riesgo tres.
Desde la carretera a Tamok ya estábamos alucinando con la cantidad de cascadas de hielo que veíamos por todas partes. Parecen sectores de escalada deportiva y casi casi que los puedes asegurar desde el coche. Aún tentados, conseguimos no hacer caso al instinto y llegamos a la entrada del valle. Efectivamente las montañas parecían potentes, pero había tan poca visibilidad que no acabamos de ver nada bien. Las caras que conseguimos intuir no eran líneas claras de esquí y tenían barreras de roca, barrancos o embudos que desembocaban en cascadas de hielo. Había sectores que parecía que se podían esquiar, pero con tan poco relieve y visibilidad no sabíamos si lo que veíamos era pala, cielo, nube, abismo, o en caso de ser nieve si eran 30º o 50º.Aunque intentasemos mil veces parar la furgo, sacar los catalejos, buscar en el mapa y las curvas de nivel; al final, acabamos del otro lado del valle y decidimos que lo mejor iba a ser road trip dirección Senja y dejarse de líos ya que era en cierto modo el objetivo principal del viaje y encima, el parte daba más sol y riesgo dos también.
Teníamos una guía de escalada en hielo de Senja, un par de sitios que Merrick nos había dicho que molaban para hacer surf, una foto del corredor más estético que he visto nunca que nos enseñó su marido y alguna otra recomendación no demasiado contrastada, por decirlo de alguna manera. También habíamos oído que el invierno en Senja solía acabar antes que en Tromso y que igual no iba a haber tanta nieve. Vamos que no estábamos ni seguros si eso iba a ser un road trip de verdad, de esos de barbacoa y cervezas, porque igual no íbamos a poder ni sacar los esquís.
En la guía de escalada en Hielo el apartado más grande era de Mefjord, un fiordo que en la foto del PDF parecía espectacular, así que decidimos empezar por allí. Desde Tamokdalen hasta Senja, con el poco relieve que había parecía que todo era llano y encima en la gasolinera nos dimos cuenta de que el hobby local eran las motos de nieve tunning. ¡Por dios, donde nos estábamos metiendo! Al entrar en Senja la cosa no mejoraba, ni el tiempo, pero sobre todo: ¡¿Donde están las montañas aquí!?
Cuando ya por fín llegamos a Mefjord, se hizo el silencio. Ya por fín se acabó el cachondeillo y alucinamos con la catedral de granito que se tallaba a los dos lados del fiordo. Paredes verticales y puntiagudas de granito compacto de ochocientos metros que se precipitan directamente al fiordo. Aun después de cinco años viniendo constantemente a Noruega, este sitio me dejó sin palabras.
Después de un buen rato conduciendo el fiordo y buscando el sitio para pasar la noche, nos empezamos a dar cuenta de que esto es pura roca. ¡¿pero donde vamos a esquiar?! Fichamos dos collados de fácil acceso por los que podíamos acceder a lo que se intuía como un circo detrás de los farallones de roca. Amanecimos pronto y con ganas de darle caña, nos dirigimos a la base del collado pero enseguida vemos que la pala tenía gran cantidad de huellas y que estaban subiendo dos grupos numerosísimos de personas. Vaya; sabíamos que había un lodge en Senja, pero esto era pasarse de castaño oscuro ya.
Empezamos a subir un poco con el ansia y menos mal que vamos más rápido y con zetas más verticales que los grupos de turistas. Rápidamente nos ponemos los primeros; por lo menos ya se nos hace un poco más como que tenemos todo para nosotros. Al llegar al collado nos damos cuenta de que esa jugada había sido un poco tontería porque arriba se abría un lago helado gigante que funcionaba como fondo de valle y daba acceso a muchísimo terreno con un montón de líneas estéticas y de todos los niveles.
Como no podía ser de otra forma, se nos fueron los ojos a un corredor obvio y bastante potente.
Un poco antes del corredor en un talud de similar orientación y inclinación hicimos un perfil de nieve y test de la pala, que dio positivo demasiado rápido.
Antes de descartar todo completamente, decidimos hacer otro perfil en la base del corredor, ya que tenía una purga enorme y la tensión debería estar rota. En la lengua de la purga y en la mayoría del corredor la tensión estaba rota, pero la nieve estaba demasiado helada. En el cono de apertura del canal, fuera de la lengua de la purga hicimos el perfil y volvió a dar positivo. Sin dudarlo demasiado, volvimos a bajar al lago a buscar otro terreno.
Los dos grupos pusieron rumbo a cimas facilonas hacía la derecha, así que nosotros decidimos ir para la izquierda. Vímos dos palas estéticas desde donde esperábamos tener una gran vista de todo el fiordo y gozar de una gran esquiada. En seguida nos dimos cuenta que en este valle de altura todo estaba super estable. De alguna forma, las pendiente medias que encaraban el océano estaban todavía sin estabilizar, mientras que en las cotas medias y altas que no encaraban el océano y tenían un lago helado de suelo de valle, todo estaba mucho más estable. Tiene sentido, ya que el océano templa mucho el clima y genera más episodios de inestabilidad como precipitaciones, menor rehielo, menor insolación por el encajonamiento….
Una vez nos crecimos de confianza logramos hacer nuestra primera cima en Senja: Burstinden 753m y la vista no podía ser más impresionante. Todo nos cuadró perfectamente, justo salió el sol en la cima, y como la pala es cara sur, gozamos en ese momento de condiciones perfectas en ella.
¡Que no pare la fiesta! Enfrente de Burstinden teníamos otra montaña espectacular así que pusimos rumbo a ella: Roalden 862m.
Llegamos arriba de la pala y entramos en la arista, aunque la intención era quedarse en la precima para esquiar la pala que habíamos subido. De esa cima Pedro no se olvidará porque tuvo un sustito con la cornisa. Menos mal que lo ví venir y no hubo más drama del necesario, aunque ese día aprendimos a no asomarse por donde no se debe, y menos por la foto de instagram. De ahora en adelante, para mí la arista somital de Roalden se llama la Arista de Pedro o Pedro’s ridge.
Bueno, ahora sí, otra bajada espectacular hasta el lago. Entre cruzar el valle de vuelta, asomarnos a otro par de collados para ver el paisaje y posibles líneas para el día siguiente, para cuando llegamos al coche nos dieron casi las ocho de la tarde. Ese día nos tocó cenar todo lo que había ido quedando por la furgo por que la unica mini tiendita del pueblo ya estaba cerrada. Por otro lado encontramos un sitio cinco estrellas para pasar la noche.
Al día siguiente la verdad que nos despertamos bastante rígidos. En base al día anterior decidimos que lo mejor iba a ser buscar un terreno parecido: valle de altitud con suelo de lago helado, no en primera linea del océano, con curvas de nivel moderadas y con posibilidad de vistas panorámicas. En el mapa encontramos ese terreno un poco más al sur, del otro lado del túnel de Stormoa. Ok, pues ya tenemos plan.
De camino alucinamos enormemente con las vistas de los fiordos de Ersfjord y de Steinfjord. Realmente impresionantes.
Cuando estábamos ya en la curva antes del túnel, vemos un mirador muy chulo en la carretera; el día estaba precioso y decidimos parar. De repente se nos aparece esto en frente.
Este es posiblemente el corredor más estético que hayamos visto nunca. ¿Se puede esquiar eso? ¡Parece muy vertical!
Vemos que en la montaña de la derecha hay un grupo trazando la subida por una pala moderada. Decidimos que tenemos que ir a chequearlo. Ojalá podamos subirlo, pero sino, en el peor de los casos, tal vez podamos subir la montaña que el otro grupo está subiendo. Aparcamos en la entrada del valle y hace mucho calor. Mucho calor, de que arrancamos en camiseta, y no tardo demasiado en quitarmela mientras llaneamos por el valle.
Evidentemente estos calores no son las mejores condiciones para hacer montaña. Vemos que las caras norte de nuestra izquierda tienen grandes purgas sobre la capa débil persistente y que las caras sur de la derecha todavía no están purgadas y tienen bastante pendiente. Decidimos seguir la línea muy por el medio del valle, lejos de las laderas. Cuando vemos la línea de subida del otro grupo, nos damos cuenta que pasa por una pendiente sobre terreno expuesto, rondando los 35º y totalmente al solazo. Enseguida descartamos esa línea, valoramos las opciones, y vemos que el valle termina en un colladito por terreno suave cerca de la base del corredor. Decidimos que lo mejor va a ser tener un día dominguerillo, y seguir llaneando lejos de las dos caras hasta el collado y disfrutar de la vista del corredor y del océano antes de deshacer el camino de vuelta.
Todo va según lo previsto y llegamos al collado. La vista es efectivamente espectacular, nos tomamos un par de dátiles y vemos que desde aquí el corredor se vé igual de bonito pero con muchísima menos pendiente. Ya no se vé como una línea agresiva, sino como una línea sostenida, ancha, disfrutona y con un terreno a la base del corredor que da una sensación de que debería asentar bien e imposibilitar en gran medida deslizamientos de placa. Además aquí ya está empezando a dar la sombra, no hace tanto calor, la nieve tiene una consistencia que da confianza y decidimos que merece la pena ir hasta la base del corredor, dónde podemos llegar sin exponernos y hacer un par de perfiles de nieve y tests de estabilidad para ver qué sensaciones tenemos.
Cuando ya casi estamos en la base, le oigo gritar a Pere, escucho ese sonido que te para el corazón e incluso siento la montaña vibrar. Sé que no viene de arriba, por que estoy mirando para allí y tardo un poco en darme cuenta de dónde viene y en encuadrarlo.
Es una avalancha de fusión, una placa húmeda desencadenada espontáneamente. Es enorme y se desplaza rapidísimo. Arranca toda la montaña de una e incluso pseudo hace sifón. No he presenciado nunca una avalancha tan grande. Arranca todo el bosque y se detiene a mitad del valle. Es la cara por la que había subido y bajado el grupo que habíamos visto y que nos había dado mala impresión. Aún dándonos malas vibraciones y descartandola, ninguno de los tres se había imaginado que la cosa podía llegar a ser tan grande y tan potente. Arrancó todo el bosque y menos mal que no había nadie en esa montaña en ese momento…
El notar la montaña vibrar no nos gustó un pelo y bajamos esquiando a toda prisa con las pieles puestas hasta el collado, donde ya hicimos la transición de verdad y salimos otra vez por el medio del valle guardando las distancias con las montañas.
Toda esta historia nos deja mosqueados y decidimos conducir hacia el sur para buscar un sitio donde comer, analizar lo que ha pasado, tomarnoslo con calma. Al salir del siguiente túnel, vemos un terreno perfecto para el esquí. Un lago helado, palas suaves, miradores panorámicos, una temperatura, color y densidad de nieve totalmente distinta…Paramos para ver las vistas, y en ese momento bajan tres esquiadores que nos confirmas que está perfecto y super estable. Casualidad, era el terreno que había fichado a la mañana con Pedro en el mapa. Creo que ese día aprendimos a seguir el plan, los estudios y las observaciones realizadas en el terreno y no dejarnos llevar por el caramelito. Bajamos del coche, y como no había ni que hacer aproximación, hicimos un perfil rápido en la base de ese sistema de palas. Efectivamente aquí todo estaba cohesionado, no había capa débil persistente, ni capa dura, ni azúcar, ni capas de ningún tipo. Todo era un bloque estable con una capita arriba muy deslizante y disfrutona.
Para reponer el Karma nos hacemos un par de sandwitches rápidos y decidimos subir al mirador obvio del valle que se llega por curvas de nivel muy suavecitas. Es increíble como aquí la nieve se sentía completamente distinta y no estábamos ni a diez kilómetros de distancia en línea recta desde la mañana.
Pere empezó cansado y sin mucha gana, pero a medida que ganamos altitud e iban saliendo los colores del anochecer, no tardó en emocionarse como el que más. Esa cima nos brindo un momento mágico de belleza para la memoria. No quiero ni escribir el nombre de la montaña por que me gustaría recordarla como la montaña del anochecer de fuego. Así seguro que no me olvido de ella. La esquiada al coche con esos colores y esa nieve también es otra cosa que no olvidaré.
Al volver al coche, ya estaba bajando la temperatura muchísimo. ¡Como se nota el efecto de los lagos helados! Decidimos no pasar la noche en esa nevera. Desde el mirador vimos un terreno muy acertado para el día siguiente hacía el sur. Empezamos a conducir hacía allí, pero casi a los tres nos vino simultáneamente ganas de desconectar. Me alegro de que Pere sugiriera conducir a la costa a ver el anochecer.
Con estas vistas, dos cervezas, la mejor compañía y una botella de whisky, que más se puede pedir. Pere y Pedro tuvieron una noche dura, y un despertar correoso pero decidimos ir hacía el lugar que fichamos el día anterior. De camino hablé con Aniek y me dijo que volvía a tener libres tres días. Nos dijo que si en Lyngen las condiciones mejoraban con suerte podríamos tirarle a la joyita de la región, pero que de mientras quedemos en Nordkjosbotn al día siguiente para hacer algo más suave.
Visto lo visto, decidimos tomarnos el día con calma y hacer road trip hasta allí disfrutando de las vistas.
??????
Vaya pasada!