Viernes seis de Abril, diez de la noche, aterrizamos en Tromsø. Es el tercer viaje que hago a esta región en la que habré pasado ya unas seis semanas; sin embargo, siempre había sido en verano o entrado el otoño. Esta vez hemos traído los esquís, el material de alpinismo, escalada en hielo y escalada en roca. Hemos alquilado una furgoneta para dos semanas y nos sentimos listos.
El plan es llegar en esa época del año, al final del invierno en la que el manto de nieve sigue bajando hasta el mar, probablemente bien asentado y con posibilidad de nieve polvo o primavera disfrutona. Además tendremos bien de horas de luz, temperaturas moderadas y con suerte veremos alguna aurora antes de la época del sol de medianoche. En caso de que se ponga muy primaveral y nos den pereza largas aproximaciones por barrizales de tundra, tenemos todo con nosotros para meternos en los océanos de granito de la región.
Salimos del aeropuerto y nos encontramos la ciudad enterrada en nieve, literal; más de un metro en los costados de las carreteras y las casas sumergidas. Es completamente de noche y nieva como si no hubiese un mañana. Empezamos a pensar que igual hemos venido un poco demasiado en invierno. Lo primero que hago es llamarle a mi colega Jan y bacilarle un poco ya que siempre se queja de que en Tromsø el invierno es muy flojete y llueve mucho. Quedamos al día siguiente sobre las 11 para hacer una salida, ponernos un poco al día y que nos comente cómo están las condiciones; ya que aunque los boletines de http://www.varsom.no/ son muy detallados, en Noruega hay gran variabilidad de micro terrenos con micro climas muy específicos. La cosa puede cambiar mucho en montañas que están muy cerca, especialmente con un boletín riesgo 3.
Cuando llegamos a nuestra pensión y nos ven con esquís, los dos ancianos que lo llevan, dos veteranos de Tromsø, alucinan un poco y nos comentan que este año la cosa está complicada:
«Ha caído mucha nieve en pocos días y está habiendo muchos accidentes de avalanchas, especialmente de turistas con guías extranjeros en la zona de Lyngen. Incluso nos cuentan la historia de cómo un grupo de doce fue atrapado hace solo un par de días.»
Bueno, decidimos ir a visitar mi sitio de falafel favorito de Tromsø e irnos a dormir, no sin antes alucinar un poco más con la nevada que está cayendo. A la mañana siguiente, recogemos la furgoneta y pasamos por la tienda de deportes para comprar el gas, el mapa y la guía de esquí. Otra vez más, oímos las mismas historias, entre ellas, la del grupo de doce atrapados. Sigue nevando fuerte, está nublado y hay humedad. Planazo.
Le llamo a Jan, que es alguién con el culo muy curtido en la montaña y tiene mucho sentido para hacer las cosas en seguridad. Nos llevó a hacer unos rondos a un bosque bastante simpático con pendientes suaves para ver que tal está asentando la nieve y cómo se comportaban las capas. Su novia Oda, decidió unirse al equipo. Para autodefinirse como alguién que “tampoco esquía tanto”, casi era la que más rápido subía. La nieve nos dio buenas sensaciones, así que volvimos a organizarnos para el día siguiente.
Primera noche en la furgoneta. Parece que nos arreglamos para cocinar, aunque la noche fue fresca.
Supongo que pasamos el examen, porque dormimos como nueve horas seguidas y eso que cuando nos despertamos el aceite estaba congelado. Nos estresamos enormemente al ver a las ocho de la mañana el cielo azul y con el sol tan alto que parecía que se nos había pasado la mitad del día. Bueno, realmente era más bien el típico día de nubes densas pero con algunos claros, aunque sin duda, es de lo mejor que suele ofrecer la costa oeste Noruega; así que al lío.
Jan decidió llevarnos a Lille Blåman aunque un poco a regañadientes ya que afirmaba que es la montaña más dominguera de Tromsø. Sin embargo, tiene una vista muy panorámica y para ser una montaña de casi 900m empezando al nivel del mar, prácticamente no tiene pendientes superiores a los 30º, con lo cual es fácil de gestionar el terreno con capas aún por estabilizar. La subida es muy fácil, y efectivamente a medida que subimos vamos viendo unos cuantos grupos numerosos. Metemos el turbo y conseguimos llegar los segundos arriba, aunque siendo la montaña tan amplia, hay descensos virgenes para todos. La calidad de la nieve era increíble, ¿cómo podía estar tan fría y suelta después de la humedad del día anterior? Además se sentía bastante más asentada de lo que nos imaginábamos.
Para las doce y media estamos en el coche, tomamos un snack rápido y le digo a Pere que no se acomode mucho, que vamos a hacer la primera montaña de verdad: Buren.
Nos la recomendó Jan por el tipo de terreno y Oda dijo que era su vista favorita de Tromsø. Además según Jan, es como una estación de esquí e íbamos a ver huellas por todas partes. Efectivamente, alucinamos un poco de todas las trazas que había, pero el sector más goloso seguía libre.
De todos modos, fijaros en la vista, e incluso vimos una manada de Renos a media subida. En la bajada nos quedamos solo a un par de metros de ellos y no parecían ni enterarse. Sin duda yo tuve allí mi momento de magia “hacia rutas salvajes” que recordaré durante mucho tiempo.
Lo bueno de hacer travesía al final del invierno en Troms, es que anochece sobre las diez y la temperatura no se pone en positivo en todo el día, así que no tienes la presión de tener que acabar la actividad a cierta hora, y los días buenos, podíamos seguir rodando a las ocho de la tarde. Ese día creo que para las seis y pico estábamos en el coche.
Quedamos con Jan en una cafetería cercana, nos trajo un mapa en el que nos recomendó montañas y sectores esparcidos por toda la región y nos comentó sus astucias de local. Después de dos días en la montaña, unos 2600m de desnivel acumulados y tres cumbres ya teníamos un diagnóstico efectivo:
Básicamente el problema era que en enero y febrero hubo un anticiclón muy fuerte con bajas temperaturas que consolidó una capa de hielo muy sólida y generó una gran cantidad de nieve azúcar, que en algunos lugares se acumula con varios palmos. Dos semanas antes de que llegasemos, nevó sobre esa capa débil persistente cerca de un metro y medio y hubo unos días de mucha inestabilidad con gran cantidad de aludes naturales y provocadas. Ahora que el manto se iba asentando lentamentente, las probabilidades de desencadenamiento se iban reduciendo, pero en caso de ruptura las placas se activarán desde la capa débil y podrían ser de consecuencias monstruosas.